La Dra. Davis y sus bacterias aliadas

Primeras impresiones del coro primaveral en el atardecer de Peñalara

toma bacteriaspeso sapoRecién aterrizada a las 7am desde Zúrich, fui recibida cálidamente en el aeropuerto de Madrid por el Dr. Jaime Bosch y Celia Serrano del equipo de investigación SOS Anfibios, y juntos nos dirigimos directamente al Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama a descansar antes del trabajo de campo de esa misma noche. El sol madrileño irradiaba de tal forma que la cálida temperatura parecía más propia del verano que de mediados de mayo, prometedora señal de una satisfactoria primera noche de trabajo con anfibios en Peñalara. Nuestra misión era encontrar los pocos sapos parteros adultos supervivientes, todo un reto dado que solo quedan unos pocos en el Macizo de Peñalara, donde se les considera casi extintos.

Había esperado mucho tiempo para conocer personalmente Peñalara, un nombre que me sonaba familiar, y que asociaba con enigmáticos brotes epidémicos y con los libros de texto mostrando fotografías de mortalidades masivas de pequeños sapos recién emergidos de las lagunas. El ejemplo clásico de una especie en un espacio protegido que se vio afectada por un brote de quitridiomicosis en el corazón de Europa a mediados de los años 90.

No sería mucho decir que lo que me esperaba aquella noche era el paraíso anfibio. Hicimos la ruta de 5 horas de ida y regreso a la Laguna de Los Pájaros, rodeando en nuestro camino las abundantes charcas que destacan en el paisaje rocoso y algunas lagunas más grandes –algunas permanentes, algunas temporales y otras rodeadas aún por la nieve del invierno- ¡pero todas ellas parecían albergar al menos una de las siete especies de anfibios que vería esa noche! Incluso considerando mi trabajo de campo en los trópicos, difícilmente podría recordar semejante diversidad de anfibios en una sola noche. Todas las especies parecían relativamente abundantes, excepto el sapo partero que casi se ha extinguido en la zona.

leyla davisHacia media noche Jaime, imitando el canto de los sapos parteros, encontró al único macho adulto que cantaba a unos 300 metros de distancia de las Charcas Secas. Tras una hora haciendo silbidos de playback, conseguimos sacar al macho de su escondite bajo una gran roca. Aún así, Jaime consideraba un milagro haber podido capturar este único sapo.

cultivo bacteriasPreparé el material y tomé la muestra de nuestro único espécimen, pensando lo precaria que puede ser una ciencia que se sustenta en unos pocos individuos amenazados de extinción. El cultivo era crucial para mi investigación, y necesitaba conseguir bacterias vivas a partir de las secreciones obtenidas de la piel. Unos días más tarde pude comprobar que la siembra de la colonia de bacterias estaba creciendo a partir de las muestras que tomamos.