La temperatura: el factor clave para el desarrollo de la quitridiomicosis
Equipo SOS Anfibios Guadarrama
Nuestro estudio se llevó a cabo en el término municipal de Toro, provincia de Zamora. En esta zona, las antiguas fuentes y pilones ganaderos que han sobrevivido entre las viñas mantienen poblaciones numerosas de sapo partero común. Mientras que en la zona el verano es seco y caluroso, los inviernos son bastante fríos. Durante todo un año, termómetros automáticos situados en 6 de estas fuentes registraron la temperatura de agua cada 10 min y, una vez al mes, recogimos muestras de infección de las larvas de sapo partero.
La temperatura del agua durante el verano (siempre inferior a 24ºC) resultó ideal para el crecimiento del hongo y, sin embargo, tanto la proporción de larvas infectadas, como la carga de zoosporas, registraron sus valores más bajos durante esta época del año. Por otro lado, las bajas temperaturas que se alcanzaron durante el invierno, aunque no son idóneas para el crecimiento del hongo, no representaron un problema para la supervivencia del mismo. Por último, en ningún caso se alcanzó la temperatura del agua suficientemente alta para matar al hongo (estimada en 35ºC según nuestro estudio).
Curiosamente, la temperatura mínima del agua, y no la máxima, resultó ser el mejor predictor de la carga del hongo de las larvas. Además, las temperaturas mínimas de, tan sólo, los dos días precedentes a la toma de muestras, resultaron ser más determinantes para explicar la intensidad de la infección que las de períodos más largos de tiempo. Probablemente, las bajas temperaturas durante los meses más fríos debilitan el sistema inmune de las larvas, haciéndolas más vulnerables al ataque del hongo, pese a que esas temperaturas no son las más propicias para el desarrollo de la enfermedad.
Puedes descargarte este estudio aquí.