La muerte silenciosa de ejemplares adultos de sapo común espinoso en Guadarrama
Jaime Bosch
El sapo común o, mejor dicho, el sapo común espinoso (Bufo spinosus, recientemente diferenciado del sapo común, Bufo bufo) es cada vez menos común en España. Son múltiples las causas de su lento, pero progresivo declive, pero ahora tenemos más evidencias de que el hongo patógeno de anfibios introducido de Asia podría ser aún más peligroso para esta especie de lo que creíamos. Una nueva investigación indica que, al contrario de lo que pensábamos, los adultos de esta especie, y no sólo los recién metamorfoseados, también podrían estar muriendo por causa de la enfermedad fúngica.
Poco tiempo después de que identificásemos el primer brote de quitridiomicosis de Europa en el Macizo de Peñalara, nos dimos cuenta de que el sapo común espinoso estaba ocupando las masas de agua en las que había desaparecido el sapo partero común (Alytes obstetricans) por acción de hongo. Parecía entonces que, al menos, una especie se beneficiaría de la triste desaparición del sapo partero. Sin embargo, nuestra alegría duró poco, y en seguida comenzamos a encontrar ejemplares recién metamorfoseados de sapo común espinoso muertos en las orillas de las charcas a causa del hongo.
Este patrón de susceptibilidad de los animales recién metamorfoseados correspondía a lo observado en otras especies, mientras que los hábitos terrestres de los sapos adultos parecían estar evitando, al menos, que estos muriesen por la enfermedad. De hecho, en los más de 20 años de seguimiento de anfibios en Guadarrama nunca encontramos ningún adulto de sapo común espinoso muerto por el hongo e, incluso, constatamos que mucho ejemplares adultos perdían la infección durante el verano al permanecer fuera del agua.
Sin embargo, el número de puestas de sapo común espinoso que contamos en Peñalara desde 1999 fueron disminuyendo año tras año, y los análisis que realizamos con datos de marcaje y recaptura con microchip en adultos también indicaban que la población estaba en declive. Parecía, entones, que la muerte de ejemplares tras la metamorfosis hacía que el reclutamiento no fuese suficiente para mantener las poblaciones, pese a que el tamaño de puesta de la especie es muy elevado, y el hongo no mata al 100% de los recién metamorfoseados.
Por desgracia, nuestras investigaciones recientes indican que el problema es aún más serio, dado que, al contrario de lo que pensábamos, los adultos de sapo común espinoso también podrían estar muriendo por efecto del hongo. Así, los datos obtenidos durante 16 años a partir de 600 machos de sapo común espinoso marcados con microchip indican que, aquellos machos que se infectan con el hongo quitridio durante la estación reproductiva, tienen menor probabilidad de supervivencia anual que los no infectados. Esto es, probablemente, los machos adultos infectados con el hongo están muriendo durante el invierno cuando se encuentran enterrados, siendo imposible encontrar sus cuerpos. De hecho, en el estudio que realizamos hace años comprobamos que los adultos pasan enterrados los largos inviernos a una temperatura cercana a los 2ºC, lo que facilitaría el crecimiento (lento, pero imparable) del hongo en su interior dado la nula actividad de su sistema inmune.
El futuro de nuestros anfibios no es nada halagüeño, y cualquier iniciativa para favorecer su supervivencia resulta imprescindible. De seguir así, es posible que las especies que denominábamos con el calificativo de ’común’ tengan que cambiar de nombre e, incluso, acaben recibiendo el calificativo de ‘extinguido’.
Jaime Bosch
IMIB-Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (CSIC, Universidad de Oviedo, Principado de Asturias)