De cabras y plantas: ¿Son compatibles?

La cabra montés es una especie única, exclusiva de la península ibérica que estuvo al borde de la extinción a finales del siglo XIX y primeros del XX. De hecho llegaron a desaparecer dos de sus cuatro subespecies, quedando relegadas sus poblaciones del Sistema Central a unos cuantos grupos en la Sierra de Gredos. Hoy día, y afortunadamente, sus poblaciones están ampliamente distribuidas y la cabra montés se ha convertido en el herbívoro por excelencia y emblema del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, gracias a un plan de reintroducción que culminó con la liberación de 67 ejemplares en el Hueco de San Blas (La Pedriza) en los años 90 y que a fecha de 2017 han alcanzado la cifra de 5400 ejemplares.

La cabra montés, como herbívoro principal en zonas montañosas y rocosas de la Península, juega un papel fundamental en los ecosistemas y así lo ha desempeñado durante milenios. Son los llamados ingenieros del ecosistema porque hacen que se mantengan procesos esenciales (p. ej., ciclos de nutrientes, dispersión de semillas), favorecen la biodiversidad (generan parches de diferente vegetación que albergan especies distintas de flora y fauna) y movilizan la energía de los niveles tróficos inferiores (plantas, musgos, hongos) a niveles tróficos superiores (depredadores, carroñeros, descomponedores). En definitiva, un sistema sin herbívoros es un sistema empobrecido, disfuncional e incompleto ya que plantas, herbívoros y depredadores llevan coexistiendo millones de años, y estas interacciones son el motor de la biodiversidad que hoy conocemos y disfrutamos. Entonces, ¿por qué debemos preocuparnos por las cabras y las plantas si han convivido desde siempre? La razón esencial es precisamente la alteración de ese equilibrio, ya sea por exceso o por defecto de estos herbívoros. Tan malo es tener pocos herbívoros como tener un claro exceso de los mismos. Si hay muy pocos, los paisajes se homogenizan, se pierde diversidad de hábitats herbáceos con su flora y fauna asociados (mariposas, reptiles, orquídeas) y las funciones que éstos desempeñan en el sistema, como polinizadores de plantas, dispersores de semillas, descomponedores de materia orgánica, fertilizadores, etc. Además, se reduce la diversidad de estructuras (vegetación de forma y tamaño distintos), se incrementa y se homogeniza el combustible forestal y, por tanto, aumenta el riesgo y propagación de incendios.

080 01 cabrasGrupo de machos de cabra montés en el Parque Nacional. La población ha pasado de 67 ejemplares reintroducidos en 1990-1992 a 5400 en el año 2017. El uso que la cabra montés hace del medio implica no sólo el consumo de vegetación sino también el pisoteo, encamado, descortezado y frotamiento de los cuernos contra la vegetación, incluyendo musgos y líquenes que tapizan la cobertura rocosa. Autor: Ramón Perea Por el contrario, si hay demasiadas cabras, éstas ejercen una presión insostenible sobre la vegetación, degradándola y comprometiendo su regeneración y los organismos asociados a ellas (polinizadores, dispersores, micorrizas, etc.). Además, en los casos más acentuados, la cobertura vegetal se ve mermada (incluidos los líquenes y musgos de las rocas) y se agudizan los procesos erosivos, perdiéndose el suelo que sirve de sostén al resto del sistema, y que ha tardado siglos en formarse.

Como las cabras no consumen por igual todas las especies de plantas, las especies más apetecidas se ven notablemente más afectadas. En el caso del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, hemos podido observar cómo determinadas especies (acebos, tejos, serbales, guillomos, arces, robles, mostajos, etc.) dejan de crecer con su forma y porte natural, quedando achaparrados y acantonados en aquellas zonas donde no alcanza el diente, la pisada o el cuerno de las cabras. La continua y excesiva presión por parte de las cabras provoca que cada nuevo brote, con hojas y flores sea consumido, sin llegar por tanto a producir frutos y semillas que permitan la regeneración y perpetuación de estas plantas. Se pone, por tanto, en peligro la conservación de numerosas especies, algunas de ellas protegidas, al igual que los hábitats de los que forman parte. De hecho, la Directiva Hábitats de la Unión Europea establece la necesidad de conservar estas especies y hábitats de interés comunitario, algunos de ellos muy bien representados en el Parque Nacional y que forman parte del origen de su declaración como espacio protegido (p. ej., la vegetación de rocas, las turberas y pastos subalpinos, los enebrales, los piornales, los rebollares, los abedulares, etc.)

080 02 ramoneoEjemplar de acebo (izquierda) y arándano (derecha), especies amenazadas en la Comunidad de Madrid, fuertemente recomidos por las cabras monteses. Una presión excesiva provoca que los árboles y arbustos no puedan prosperar ni regenerarse, abocándolos a su paulatina extinción. Autor: Ramón Perea Por todo ello, se necesitan indicadores fiables, objetivos y cuantificables que permitan evaluar el estado de la vegetación en relación a las poblaciones de herbívoros y permitan comparar en el espacio y en el tiempo la presión herbívora y su efecto sobre la flora y vegetación. Para ello se han buscado indicadores fáciles de obtener y sensibles a la presión herbívora, como por ejemplo: índices de afección por la cabra (consumo, pisoteo o frotamiento/descortezado), abundancia y estructura del regenerado (si hay individuos jóvenes que puedan convertirse en un futuro próximo en reproductores), daños sobre las especies amenazadas o raras, forma y crecimiento adecuado de las plantas, cambios en los niveles de diversidad, etc. También, se han propuesto una serie de especies indicadoras, que permiten hacer un seguimiento más fino y directo del uso del medio por parte de la cabra en las diferentes zonas del Parque Nacional con el fin de detectar las zonas más sensibles o afectadas y poder, así, actuar para asegurar su conservación o restauración.  

Durante estos últimos años se han establecido 180 parcelas con el fin de conocer el estado de conservación de la vegetación leñosa y su evolución temporal. En el año 2019, aproximadamente un tercio del total de especies leñosas presentaron valores insostenibles de herbivoría en alguna de las parcelas, normalmente en determinados sectores del Parque Nacional, especialmente aquellos con mayor cobertura de roca y abundancia de especies protegidas. La Pedriza, Loma Pandasco, el Hueco de San Blas, Cuerda Larga, las cumbres de Peñalara y Cabezas de Hierro son algunas de las zonas de mayor presión por cabra montés y donde la vegetación leñosa, y especialmente la amenazada y su regeneración, se encuentra más afectada. No cabe duda que sólo a través de un seguimiento sistemático y periódico de estos indicadores podremos evaluar el efecto de la cabras monteses sobre la flora y el paisaje vegetal así como la eficacia de las posibles y diferentes actuaciones con el fin de ajustar las poblaciones tan necesarias de cabras a unos valores sostenibles que permitan conservar los procesos ecológicos, la biodiversidad en su conjunto y el paisaje geológico que la sustenta.

080 03 parcelasMuestreo de la afección de cabras monteses por pisoteo y encamado sobre la vegetación del Parque Nacional Sierra de Guadarrama. La presencia de la cabra montés es imprescindible para el cumplimiento de muchas funciones ecológicas necesarias en el ecosistema pero un exceso de individuos puede poner en peligro la conservación de especies y hábitats protegidos, y el sistema en su conjunto. Foto: Ramón Perea