¿Quién vive aquí arriba? El cambio climático en las montañas de Guadarrama
A los humanos nos encantan las montañas y todo lo que en ellas ocurre. Las montañas acogen a más de la cuarta parte de la población humana, influyen en numerosos procesos naturales (como los ciclos del agua y de los nutrientes), mantienen los recursos forestales y nos proporcionan lugares de gran belleza visual donde nos gusta relajarnos y “conectar” con la naturaleza. Para la flora y la fauna, las montañas también son espacios singulares, dado que en ellas habitan especies únicas y exclusivas, siendo necesario en numerosas veces realizar labores para su protección y conservación. Los ecosistemas que se desarrollan en las cumbres son únicos y gozan de una fragilidad extrema, fruto de multitud procesos que han tardado miles de años en conformarlos. Algunos autores afirman que las montañas nos conectan con nuestros ancestros más primitivos que convivían en estos ambientes. Incluso algunas religiones o rituales salvajes han considerado algunas montañas como deidades o lugares sagrados: tenemos los ejemplos del Monte Olimpo para la mitología griega, el Monte Ararat para la tradición cristiana o Ayers Rock para los aborígenes australianos. Todo ello sumado no hace sino aumentar nuestro interés innato por las zonas montañosas.
Para los científicos del Siglo XXI, las montañas representan un perfecto “laboratorio natural” donde podemos plantear experimentos, estudiar procesos poco conocidos y testar hipótesis que nos planteamos en otros marcos más artificiales o de “laboratorio”. Gracias a las diferencias de altitud que se dan en las montañas, podemos encontrar una gran variedad de ambientes en un corto espacio de terreno, con todos los cambios que ello puede suponer para la vida y su desarrollo. A este ambiente tan excepcional tenemos que sumar los efectos del cambio global que sufre nuestro planeta y que está afectando a estos ambientes tan robustos pero frágiles a la vez. Si bien las consecuencias de este cambio climático son aún desconocidas, sin lugar a dudas es uno de los más temas interesantes y que más controversia produce en numerosos ámbitos de la sociedad actual.
Los investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos llevamos estudiando el cambio climático en las montañas del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama desde hace más de 10 años, en colaboración con el equipo de vigilantes e investigadores que allí trabajan. Durante este tiempo la montaña ha cambiado, aunque a veces de manera imperceptible. Hemos visto que las especies que componen las comunidades vegetales están alterando sus estructuras, las mariposas no son las mismas a las mismas altitudes que entonces, las plantas han cambiado sus patrones de floración y reproducción y las especies están desarrollando mecanismos de respuesta ante la sequía o la menor cobertura de nieve que se produce durante el invierno, entre otros muchos procesos. Si bien cada uno de estos eventos merecería un capítulo aparte, de momento podemos afirmar que el futuro para estos sistemas no parece demasiado halagüeño si pretendemos conservarlo tal y como lo conocemos. Sin embargo, como ya hemos aprendido, la naturaleza es capaz de reaccionar a los cambios de la manera más inimaginable y los organismos que habitan en estas cumbres ya han sobrevivido a procesos igualmente cambiantes como el que ahora nos atañe. Nuestra meta debe ser intentar comprender su funcionamiento, ampliar el conocimiento que de él podamos tener y darlo a conocer a la sociedad para que decida cual quieres ser su futuro y el de sus montañas.
Podéis consultar más información sobre nosotros en biodiversos.org o adapta-lab.com o en las redes sociales (twitter de AdAptA Lab). Prometemos contaros pronto más detalles sobre los cambios que se avecinan sobre nuestras montañas y todo lo que vamos haciendo en ellas.
Esta entrada es una colaboración del Grupo AdAptA-EVA de la URJC