Una visión ecológica de nuestros ríos
Ángel Rubio
La sierra de Guadarrama es vegetación, es fauna y montañas, pero también es agua. Más aún, la propia etimología de la palabra Guadarrama, es agua. En nuestra sierra nacen numerosos cursos de agua, destacando los ríos Moros, Cega, Eresma y Pirón que fluyen hacia el Duero; y el Lozoya, Manzanares y Guadarrama hacia el Tajo. Todos ellos se originan a partir de pequeños regatos y arroyos, que a modo de pequeños vasos vasculares confluyen y originan ríos más grandes y caudalosos.
Desde hace siglos, la humanidad y las civilizaciones se asentaban en torno a los ríos, no por casualidad, sino por dependencia de éstos. Los principales usos han sido como un recurso, principalmente para el abastecimiento de agua a poblaciones, aprovechamiento de sus recursos biológicos y abióticos, generar energía motriz y hoy eléctrica, o también como simples colectores de nuestras aguas residuales depuradas, o no. Aunque recientemente el uso recreativo, contemplativo y de bienestar, se ha visto incrementado.
Si atendemos a la definición de la RAE, un río es una “corriente de agua continua y más o menos caudalosa que va a desembocar en otra, en un lago o en el mar”. Esta definición algo ambigua, únicamente hace referencia a la hidráulica, obviando la hidrobiología del río. Sin embargo, desde hace dos décadas empieza a coger fuerza la visión ecosistémica de los ríos. Porque los ríos son sistemas vivos, muy vivos, más que un simple canal de agua, y desde el Centro de Investigación, Seguimiento y Evaluación queremos profundizar en este aspecto.
Entendiendo por tanto un río como un ecosistema, se producen una serie de interrelaciones físicas, químicas y biológicas entre todos sus agentes. Por ejemplo, en un pequeño tramo de río habitan millones de individuos, de miles de especies diferentes. Únicamente en la cuenca del Lozoya viven más de 200 especies de macroinvertebrados acuáticos. Si bajamos al nivel microscópico el orden es muy superior, probablemente miles de especies. Algunas de estas especies son productores, es decir, necesitan la radiación solar para realizar la fotosíntesis (cianobacterias, algas, plantas). Otros en cambio son consumidores, alimentándose de los productores, de otros animales o de la materia orgánica (protozoos, animales); y otra serie de organismos son descomponedores (bacterias y hongos), que se alimentan de la materia orgánica, procedente de animales y plantas, realizando una función ecosistémica imprescindible: la incorporación de moléculas orgánicas complejas en materia inorgánica, pudiendo así ser incorporado al ciclo biológico (por ejemplo el CO2). Numerosos de estos organismos microscópicos se agrupan en un conglomerado que se denomina bioflim y que tiene una importante función ecológica en el ecosistema: el reciclado de nutrientes. Este biofilm, es consumido por otros invertebrados, y a su vez por otros vertebrados, y así sucesivamente con unas relaciones de alimentación complejas entre unos seres y otros. En definitiva, un río es un sistema vivo, que alberga uno de los conjuntos de hábitats y diversidad biológica más elevado del planeta, con multitud de factores biológicos y abióticos interrelacionados.
También, los ríos y los ecosistemas terrestres que componen la cuenca vertiente mantienen numerosas interrelaciones. Por ejemplo, el bosque de ribera es una vegetación dependiente del propio río. Cumple numerosas funciones ecológicas estabilizando las orillas del cauce, generando refugio para numerosas especies acuáticas y terrestres, aporta materia orgánica, controla la entrada de luz, … Pero también los ríos esculpen el paisaje, con sus funciones erosivas, de transporte de materiales y sedimentarias.
Los principales problemas a los que se enfrentan los ríos están relacionados con la acción humana (regulación de caudales, contaminación del agua, alteración del sustrato del río, canalizaciones, usos de suelo de la cuenca vertiente, introducción de especies exóticas invasoras, actividades recreativas y el baño…) siendo éstos los que más afectan a nuestros ríos, y en principio pudieran ser evitables. Así mismo, un mal uso turístico o recreativo también ocasiona una alteración de estos ecosistemas, y sin ir más lejos el Parque Nacional ha sufrido varios acontecimientos. Un claro ejemplo es la Laguna de Peñalara, que en la década de los años 90 estaba herida, aunque actualmente es un referente en la conservación, la investigación y como observatorio del Cambio Global. Otro ejemplo más reciente es el río Manzanares en el ámbito de La Pedriza, que también sufrió las consecuencias de un uso excesivo (la actividad del baño), a día de hoy, en parte, solventado. ¡Ya han pasado 5 años de la toma de medidas de gestión y conservación!
Sin embargo, existen otras amenazas globales al que se enfrentan nuestros ríos, como es el cambio climático. Hemos podido comprobar hace unos años en la cuenca alta del Lozoya, una serie de consecuencias ecológicas relevantes, como son la aparición de nuevas especies y desaparición de otras, e incluso la adaptación de invertebrados mediante un incremento altitudinal buscando su hábitat ideal. Hay que recordar que los ríos y humedales son unos de los ecosistemas más vulnerables ante este fenómeno global. Otro grave problema son las especies exóticas invasoras, que actualmente están desplazando la fauna y flora autóctona, y de nuevo son los ecosistemas acuáticos, los más vulnerables por los efectos devastadores de éstas especies. Por ejemplo, en el Parque Nacional y su Zona Periférica se han detectado 18 especies invasoras, 13 de ellas dependientes de los ecosistemas acuáticos han colonizado las masas de agua del Parque o Zona Periférica. Esto nos da una idea de la problemática actual en nuestros ecosistemas acuáticos. Por estos motivos, el Centro de Investigación evalúa año tras año, el estado ecológico de nuestros ríos y humedales, el efecto del cambio climático en nuestras masas de agua, y la distribución de especies invasoras, para poder anticiparnos con medidas de gestión adecuadas. A pesar de las afecciones mencionadas anteriormente, en general, el estado de conservación de nuestros ríos es excelente.
Por todo lo anterior, esperamos desde el Centro de Investigación, que cuando miréis un río, veáis reflejadas todas esas interrelaciones y biodiversidad que alberga, entendiéndose como un sistema vivo, muy sensible a cualquier acción humana. Os invitamos a que, a lo largo de la inminente época estival, seáis un parte más en la responsabilidad, buen uso, y en la conservación de nuestros apreciados ríos.