Serbales y mostajos: algunas paradojas sobre su conservación
Jose Luis Izquierdo
Los pinares de pino albar (Pinus sylvestris) y los rebollares de Quercus pyrenaica constituyen los bosques característicos del Parque Nacional formando dos amplias franjas que se suceden en altitud, con su correspondiente zona de contacto variable en función de la orientación y la pendiente de las laderas. Estas masas prácticamente monoespecíficas se enriquecen con algunas especies leñosas, entre las que podemos destacar tejos, acebos, serbales y mostajos. La mayor parte de estas especies están protegidas. Sin embargo, algunos grupos faunísticos, con un papel esencial en su dispersión, presentan importantes amenazas y carecen de protección legal.
Los serbales y los mostajos son un grupo de árboles de la familia de las rosáceas poco conocidos en la Sierra de Guadarrama, frente a los más afamados acebos o tejos. En el ámbito del Parque Nacional existen cuatro especies. Todas ellas tienen en común la característica de ser plantas más propias de latitudes norteñas, alcanzando en las montañas del centro de España enclaves que en muchos casos suponen su límite sur de distribución. De hecho, en general, son muy escasos y su presencia se limita a pequeños rodales o ejemplares aislados, situados en barrancos o situaciones frescas o de umbría en el seno de los pinares y los rebollares. Con la excepción de una de ellas, están catalogadas como especies amenazadas en la Comunidad de Madrid.
El más común es el serbal de cazadores (Sorbus aucuparia), que se diferencia de los demás por tener hojas compuestas y frutos más pequeños. Además, estas hojas adquieren en otoño un tono anaranjado-rojizo intenso añadiendo una llamativa nota de color a los bosques donde habita. Las otras tres especies son muy raras y curiosamente se distribuyen en laderas concretas del Parque Nacional, sin convivir apenas entre ellas. Tienen hojas simples y pertenecen al grupo de los mostajos. El mostajo blanco (Sorbus aria) es el más común de ellos en la Península Ibérica, aunque en el Parque sólo existe en unos pocos barrancos. El mostajo de hoja ancha (Sorbus latifolia) es una planta mucho más escasa a nivel peninsular, existiendo igualmente de forma puntual en el ámbito del Parque Nacional. Por último, el denominado mostajo intermedio (Sorbus intermedia) ha sido localizado en la Sierra de Guadarrama recientemente, con unos pocos ejemplares que viven en barrancos de la vertiente meridional de la sierra.
Un aspecto muy interesante de la biología de los serbales y mostajos es la producción abundante de frutos de tipo pomo, de color pardo-anaranjado o rojizo, según las especies, y que suelen permanecer en el árbol durante el otoño y hasta bien entrado el invierno, lo que atrae a los mamíferos y especialmente a las aves de tamaño medio que los dispersan. Desde el Centro de Investigación del Parque Nacional se está realizando un seguimiento de las poblaciones de estos árboles y uno de los objetivos es valorar la importancia de la dispersión y la depredación de los frutos. Concretamente, el grupo de los zorzales (túrdidos), algunos de ellos invernantes y otros que, en paso migratorio, atraviesan la sierra, constituyen dispersantes muy eficientes de éstos y otros frutos, según han demostrado algunos estudios científicos (Daniel García y colaboradores, Universidad de Oviedo). Aunque se ha comprobado que, por ejemplo, esto es así en especies como el serbal de cazadores, es de suponer que ocurra también en los mostajos, mucho más escasos, y, por tanto, más necesitados de dispersantes para garantizar su conservación.
La presión de la caza y la alteración de las costumbres migratorias provocadas por el cambio global son las amenazas más importantes que se ciernen sobre estos animales. Parece ser que los inviernos cada vez más templados que se están registrando en el Norte de Europa están provocando una disminución importante en el número de zorzales que migran hacia la Península Ibérica. Según el último informe sobre tendencia de aves en invierno (Sacin, Seo Birdlife, 2017) los zorzales real y alirrojo presentan un declive moderado. Por ello, quizás sea el momento de regular la caza de estas especies consideradas aún como cinegéticas, ajustando esta regulación a la realidad actual, y teniendo en cuenta su papel tan importante en la dispersión de especies vegetales que sí están protegidas legalmente y que dependen en muchos casos de estos animales para su conservación. Como es sabido, en los Parques Nacionales la caza está prohibida, y la ley de declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (2013) establece la supresión de esta actividad en un plazo de diez años. Asimismo, en el plan de gestión de la ZEC “Cuenca del Río Lozoya y Sierra Norte”, de la que forma parte el Parque Nacional y su Zona Periférica de Protección, se indica, en relación con la caza de estas aves, que “se podrán establecer limitaciones espaciales, temporales o de cualquier otra naturaleza que sean precisas para garantizar su conservación.”
Durante los últimos 20 años se han introducido varios centenares de serbales y mostajos mediante distintos proyectos de repoblación denominados fomento de la diversidad florística, realizados en varios montes del parque nacional y zona periférica de protección con gran éxito. Otra de las acciones que deberá repercutir positivamente en la conservación de estos árboles es la producción de plántulas, que se está realizando con material genético procedente del Parque Nacional (en colaboración con IMIDRA). Esta planta obtenida servirá para contribuir al desarrollo de los proyectos de naturalización de masas forestales artificiales que constituyen uno de los objetivos más ambiciosos, en materia de gestión forestal, del Parque Nacional.