Charcas y bichos

Charca en PeñalaraCharcas en el macizo de Peñalara. Autor: Ignacio Granados.Frecuentemente oímos referirse a las charcas como masas de agua de poca entidad, poco interesantes, muchas veces menospreciando su valor ecológico. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Hay diversas razones por las que estos ecosistemas son tan importantes. En primer lugar, los humedales son generalmente un importante foco de biodiversidad, con multitud de especies ligadas a la presencia estacional o permanente de agua. Se calcula que hasta un 70% de las especies acuáticas europeas están presentes en las charcas, y muchas de ellas son raras, endémicas o están amenazas. La aparición en un territorio de multitud de pequeñas láminas de agua dispersas aporta a ese territorio una biodiversidad muchísimo mayor de lo que sería esperable en proporción a la superficie que ocupan estas láminas de agua. De hecho, se sabe que la diversidad de especies es más alta cuando son muchos ecosistemas acuáticos pequeños que cuando es uno sólo de la misma extensión superficial. Esta disposición de multitud de láminas de agua es vital también para que las especies puedan adaptarse al cambio climático, al permitir que las especies ligadas al agua puedan desplazarse más fácilmente siguiendo las nuevas condiciones climáticas.

En la vertiente madrileña de la Sierra de Guadarrama contamos con cerca de 330 láminas de agua, siendo casi el 75% de ellas de menos de 25 m2. La mayor parte aparecen en el macizo de Peñalara, donde además de las conocidas lagunas de Peñalara, Claveles y Pájaros se asientan casi 240 charcas y lagunillas de mediano y pequeño tamaño. Por la importancia ecológica del conjunto, en 2006 fueron declarados humedales de importancia internacional. En otras zonas serranas como Morcuera, Canencia o el ventisquero de la Condesa también aparecen decenas de estos pequeños humedales, similares a los que encontramos en el macizo de Peñalara. Algunos de ellos han sido recientemente incluidos en el catálogo de humedales de la Comunidad de Madrid, donde ya estaban los del macizo de Peñalara. Pero, además, en La Pedriza cobran protagonismo un tipo especial de charca, los pilancones, formados por la erosión del granito por la lluvia hasta formar pequeños cuencos directamente sobre la superficie de la roca. De hecho, son incontables los pilancones que se pueden encontrar sobre las peñas de este batolito granítico.

Pilancón en La PedrizaPilancón en La Pedriza. Autor: Ignacio Granados.

Todas estas charcas están repletas de bichos, otra palabra generalmente reservada para animales de aspecto desagradable, generalmente insectos. Entre estos bichos aparecen larvas y adultos de insectos, así como pequeños crustáceos microscópicos, que en conjunto suponen un valioso patrimonio natural de la sierra. Algunas de estas especies son muy llamativas, como los caballitos del diablo y libélulas que revolotean sobre las charcas para depositar sus huevos, pero la mayoría pasan completamente desapercibidas por los visitantes del parque. Sin embargo, cumplen importantes funciones ecológicas, como servir de alimento a otros grupos mucho más conocidos por los asiduos a la sierra como las aves insectívoras o los anfibios.

Por desgracia, las charcas son uno de los ecosistemas más frágiles y amenazados. Entre el 50 % y el 90 % de las charcas europeas ha desaparecido a lo largo del siglo pasado, y se considera que es uno de los tipos de hábitats más sensibles al cambio climático. Por ello es muy importante que no te bañes, y ni siquiera te refresques los pies en ellas para no alterar este hábitat tan sensible, y por supuesto tampoco dejes que lo haga tu perro si vas con él. La mayoría de las que están en el parque nacional se encuentran en Zona de Reserva, la máxima protección posible dentro del espacio protegido.