Retrospectiva del Festival de Cine
Loreto Villamayor
Al finalizar esta octava edición, echo la vista atrás y no puedo evitar una sonrisa al recordar la primera vez que participé en la organización de este evento y cómo ha ido evolucionando año tras año: comencé a trabajar en el Parque en septiembre de 2014, proveniente de un Centro de Educación Ambiental en el que también se organizaban actividades para diferentes tipos de público, pero ninguno de este estilo. No habían pasado ni dos meses cuando nos reunimos con el Ayuntamiento de Cercedilla y nos dijeron así, de sopetón, que teníamos que preparar la tercera edición del Festival de Cine (por aquel entonces no era internacional). A pesar de la ingente cantidad de trabajo que conlleva y de ser la primera vez que nos enfrentábamos a un evento así, las cuatro educadoras que trabajamos por aquel entonces en el Centro Valle de La Fuenfría nos pusimos manos a la obra con toda nuestra ilusión y esfuerzo. Y el resultado fue del todo satisfactorio.
Los años se van sucediendo al igual que las ediciones del festival, incluyendo en cada una de ellas mejoras y novedades: la colaboración de los empresarios locales con “Yo pincho y corto”, donde los establecimientos participantes elaboran diferentes aperitivos con nombres de películas, modificaciones en las secciones oficiales a concurso, eliminado la sección de cortos de temática infantil, variación de los lugares donde tienen lugar los eventos,… Y así, sin darnos cuenta, en el año 2016 recibimos una importante cantidad de cortometrajes procedentes de otros países y continentes, por lo que sin nosotros proponérnoslo, él solo se convirtió en Festival Internacional.
Y a pesar de haber participado en la organización de 6 ediciones, cada año los nervios me traicionan. Todos los concursos que organizamos en el Parque llevan detrás mucho trabajo y esfuerzo humano, pero en este caso, al no tratarse únicamente de una entrega de premios, sino de tres días de actividades, entraña una gran cantidad de detalles que hay que tener en cuenta, así como la sincronía con AEGA y el Ayuntamiento de Cercedilla, que colaboran activamente en que todo llegue a buen puerto.
Este año comenzamos el viernes 6 de diciembre por la tarde con la inauguración en el Centro Cultural Luis Rosales, como ya viene siendo tradición, donde hemos vuelto a disfrutar de los cortometrajes ganadores de la edición anterior, además de probar las nuevas tapas 2019 de la sección “Yo pincho y corto”. El sábado 7 de diciembre fue el día más intenso, comenzando por la mañana con una entretenida gymkana que hizo las delicias de los pequeños de la casa: aprendimos a realizar un taumatropo, que es un juguete óptico que se emplea para producir sensación de movimiento en las imágenes; pusimos a trabajar la materia gris con nuestras adivinanzas de naturaleza y por último la novedad de este año: seis puzles gigantes con lugares y animales emblemáticos del Parque Nacional. Tras superar cada prueba, se les iba sellando su “carnet de director de cine”, que tras completarlo recibían un obsequio con material sobre la flora y fauna de la sierra.
Tras la agotadora mañana, pues la afluencia de público fue impresionante, ya que cerca de 90 personas participaron en las actividades, por la tarde llega el momento en que el público es el protagonista: la proyección de todos los cortometrajes participantes que optan al premio Rebollo de Plata, galardón que se otorga por votación popular. Por primera vez y tras realizar esta sección en diferentes centros municipales, en esta ocasión las obras se proyectaron en un antiguo cine en pantalla grande, el Teatro Montalvo que durante tanto tiempo ha estado cerrado y que hace un año volvió a la vida de la mano de una compañía de teatro.
Por fin llega el momento de la verdad el domingo por la mañana, cuando se reúne el jurado especializado para decidir quién se lleva el máximo galardón de esta edición, el Rebollo de Oro. En la ceremonia de clausura, el presidente del jurado anunció los ganadores: el primer premio recayó en el cortometraje “La compasión”, de Enrique Bueno, y el segundo fue para “Edén”, de Rodrigo Canet. Debido a la calidad de los cortometrajes recibidos, también se otorgaron dos menciones especiales, para “El pastor de Puente Mocho”, de Mariano Ojeda y “Clips per salvar el món” de Javier Horrillo. El broche final lo puso la música de violín en directo a cargo de una de las profesoras de la Escuela de Música Municipal, con la que pudimos deleitarnos mientras disfrutábamos de una suculenta degustación de gastronomía artesana de la localidad.
Cada año recopilamos una variable cantidad de anécdotas e incidentes, que aunque en alguno de los casos crea bastante tensión como la edición en la que tuvimos un fallo informático y se borraron todos los cortometrajes dos días antes de la inauguración, después cuando se recuerda siempre te hacen sonreír. Si seguimos con este ritmo, cuando termine el Festival número diez, tendremos acontecimientos para publicar un libro, además de contar con un valioso y extenso archivo cinematográfico que recopile cortometrajes de naturaleza de muy diversos tipos, pero todos ellos con un importante mensaje medioambiental.
Loreto Villamayor
Coordinadora del subprograma educativo