El Puerto de Malangosto: enclave natural y patrimonio inmaterial del parque nacional
Patricia Riquelme Osado
Tal y como reconoce la Ley 30/2014, de 3 de diciembre, los parques nacionales no son sólo espacios naturales de alto valor ecológico, sino que entre sus objetivos se encuentra la protección de los valores naturales en coherencia con el mantenimiento de los valores culturales y del patrimonio inmaterial.
Así, de manera particular, se recoge en el preámbulo de la ley 7/2013, de 25 de junio de declaración del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama que, si la riqueza ecológica de por sí ya es merecedora de la más alta protección, el patrimonio cultural, educativo y científico generado en los territorios integrantes de este parque nacional es extraordinario, probablemente sin parangón en ningún otro territorio de nuestra geografía.
Formando parte de tan relevante patrimonio natural y cultural se encuentra el enclave del Puerto de Malangosto, paso natural de la sierra en el límite de los términos municipales de Torrecaballeros y Basardilla en Segovia y el de Rascafría, en su pedanía de Oteruelo del Valle, en la Comunidad de Madrid. Las rutas que ascienden hasta el puerto, tanto desde la vertiente segoviana como desde la madrileña, discurren con fuertes pendientes a través de la sucesión altitudinal de los sistemas naturales característicos de esta sierra, desde los rebollares, los pinares de pino silvestre, los matorrales de piorno serrano y enebro rastrero, y los pastizales psicroxerófilos que hacen del esfuerzo una maravillosa ocasión de comprender este territorio.
Las zonas altas de la Sierra han tenido escasos asentamientos de carácter permanente, debido a las duras condiciones invernales. Sin embargo, se conservan restos de vías de comunicación que atestiguan cómo, desde antiguo, el paso de la Sierra constituyó una necesidad estratégica para los pobladores de la península. En los primeros siglos de la Reconquista, todo el Sistema Central fue un territorio fronterizo, escenario frecuente de escaramuzas entre musulmanes y cristianos. En 1273 Alfonso X el Sabio concedía privilegios a los moradores de las alberguerías de los puertos de “Malagosto, Morcuera, Mançanares, Fonfría y Valathome” en compensación por los sinsabores que debía entrañar el regentar estos remotos y necesarios lugares de descanso en rutas tan esforzadas, con inviernos terroríficos y saqueadores por doquier. Cruzar y transitar por estos montes seguía siendo arriesgado hasta el s. XIX como atestiguan numerosos poemas, coplillas tradicionales y crónicas de viajeros a lo largo de los siglos.
Desde hace cincuenta años, promovida por la Asociación de Amigos del Buen Amor, la ascensión al Puerto de Malangosto se convierte el primer domingo de agosto en una fiesta de hermandad entre los vecinos de los pueblos de Segovia y Madrid que se encuentran cerca del cielo para conmemorar el episodio de la deliciosa narración del Arcipreste de Hita quien, en el s. XIV relata en su Libro del Buen Amor los avatares de su viaje serrano y su encuentro con la Chata camino de Sotosalbos.
Pasando yo una mañana
el puerto de Malangosto
asaltóme una serrana
tan pronto asomé mi rostro.
Durante los actos se realiza una divertida escenificación del encuentro entre La Chata, serrana brava y físicamente poco agraciada, “sarnosa, ruin y fea” como la describe, que reclama el cobro de la tasa correspondiente por cruzar el puerto del Malangosto a un esquivo Arcipreste de Hita, que finalmente termina compartiendo manjares en la alberguería y dando su calor humano por pago de los servicios prestados:
Me hizo entrar mucha aína
en su venta, con enhoto;
y me dio hoguera de encina,
mucho conejo de Soto,
buenas perdices asadas,
hogazas mal amasadas
y buena carne de choto.
De vino bueno un cuartero,
manteca de vacas, mucha,
mucho queso de ahumadero,
leche, natas y una trucha;
después me dijo: -“¡Hadeduro!,
comamos de este pan duro,
luego haremos una lucha.”
Cuando el tiempo fue pasando,
fuime desentumeciendo;
como me iba calentando
así me iba sonriendo.
Observóme la pastora;
dijo: –“Compañero, ahora
creo que voy entendiendo”.
La vaqueriza, traviesa,
dijo: “Luchemos -un rato,
levántate ya, de priesa;
quítate de encima el hato” .
Por la muñeca me priso,
tuve que hacer cuanto quiso,
¡creo que me fue barato!
Recuerdo con cariño la edición del año 2014 en la que tuvimos el honor de representar la escena los dos Codirectores del Parque Nacional declarado un año antes. Aquel día compartimos deliciosa comida, animadas charlas, música de dulzaina y tamboril, bailes y risas.
De aquella experiencia me quedé con la idea de que el éxito de la conservación de la biodiversidad comienza porque las poblaciones locales sean plenamente conscientes de la importancia de sus valores culturales y espirituales tradicionales (en sentido amplio) y así se logre transmitir el respeto por este patrimonio al resto de la sociedad.
Es el conjunto de este patrimonio cultural en un enclave natural inigualable lo que hace a las Administraciones gestoras del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama considerar en su Plan Rector de Uso y Gestión a la Romería de Malangosto como uno de los eventos culturales tradicionales de este espacio. Todo ello constituye un elemento que explica los vínculos identitarios, simbólicos, de pertenencia y arraigo al lugar de la población local, ofrece una indudable la satisfacción emocional a los visitantes y ayuda a establecer la conexión intergeneracional comprendiendo los modos de vida de nuestros ancestros.
Patricia Riquelme Osado.
Codirectora Conservadora del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama en Castilla y León.