Líquenes
En el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama numerosos líquenes habitan en el interior de los bosques, tapizando las cortezas de los árboles y determinados enclaves umbríos. Pero es en los roquedos que forman las cumbres de las montañas donde se desarrolla una diversidad liquénica excepcional, siendo los líquenes los seres vivos dominantes en estas comunidades rupícolas. Con sus talos amarillentos, verdosos, grisáceos, naranjas, pardos o negruzcos, dan color a las rocas en función de la duración anual de nieve o el grado de humedad a la que están expuestas.
Los líquenes son organismos constituidos por un hongo y un organismo fotosintético, que normalmente es un alga verde o una cianobacteria. Ambos mantienen una beneficiosa y compleja convivencia mutua, la simbiosis, en la que el hongo es responsable de la forma del liquen y de crear unas condiciones favorables para la realización de la fotosíntesis, y las algas aportan los hidratos de carbono necesarios para el crecimiento.
Los líquenes, así como otros grupos de criptógamas (algas, hongos y briófitos), son seres vivos en general poco conocidos por el público en general. Están presentes en casi todos los hábitats del Parque Nacional. Según los medios que ocupan podemos dividirlos en tres grandes grupos: líquenes epífitos, que habitan en la corteza de los árboles y los arbustos, terrícolas, que viven directamente sobre el suelo, y saxícolas, que habitan en las rocas.
En las distintas formaciones boscosas del Parque es donde se desarrollan las comunidades de líquenes epífitos, principalmente en los bosques de ribera de los arroyos de montaña, en los melojares y en los pinares de pino albar. En los melojares domina el liquen Evernia prunastri, mientras que en los pinos se desarrollan las comunidades de Pseudevernia furfuracea. En las zonas más umbrías de los bosques y próximos al suelo viven especies de líquenes foliáceos y muy sensibles a la contaminación, como son especies de los géneros Peltigera y Lobaria.
Contrariamente a lo que se podría pensar, en los ambientes rupícolas de las cumbres y zonas aledañas tiene lugar una asombrosa diversidad liquénica. Por ejemplo, en el macizo de Peñalara, como representación de las cumbres de la Sierra de Guadarrama, se conoce la existencia de alrededor de 200 especies diferentes de líquenes, lo que supone más del 50% de la flora liquénica rupícola conocida de la Comunidad de Madrid. Este número es similar a la flora liquénica de otras altas montañas europeas. Dominan con casi un 40 % las especies ártico-alpinas, es decir, la flora propia de las regiones frías del hemisferio norte. Sin embargo, el grupo menos representado es el elemento boreo-oceánico, formado por especies que habitan en regiones frías y oceánicas del Atlántico norte, aspecto que refleja el carácter continental de las montañas de la Sierra de Guadarrama. Entre las especies más abundantes que habitan en estas cumbres podemos destacar Rhizocarpon geograficum y Lecanora intricata, característicos por su vivo color amarillo-verdoso, y varias especies del género Umbilicaria, con sus talos foliáceos más oscuros.
Debido a su particular fisiología, los líquenes presentan un crecimiento muy lento, entre 0,1 y 0,5 mm al año. Estas bajas tasas de crecimiento, unidas a su carácter pionero, han permitido la utilización de algunas especies como indicadores de procesos de colonización en zonas frías y de alta montaña. Algunos talos de R. geographicum de la Sierra de Guadarrama podrían superar fácilmente los 200 años de edad.